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LO QUE SE SIENTE LLEGAR A LA META

LO QUE SE SIENTE LLEGAR A LA META

Más de 15.000 corredores en Lima, muchísima ansiedad y emoción a la vez, algunos calentando nerviosos otros estirando y sonriendo. Yo estaba muerta del frío y realmente no había podido dormir bien (con decirles que a las 2:00 am me levanté a vestirme pensando que ya era la hora), a pesar de que era mi tercera Media Maratón, esos 21 kilómetros me tenían aterrada. Me pasé pensando que podría quedarme dormida, que las subidas me costarían mucho y que la mini lesión que tuve durante el entrenamiento regresaría justo el día de la carrera. Lo cierto es que todo estaba en mi mente, en el fondo sabía que estaba bien preparada y que todo iba a salir bien, y sino, sabía que iba a poder con cualquier obstáculo que se presentara durante la carrera porque soy fuerte (siempre me lo digo a mi misma para ver si logro creérmelo).

El objetivo principal era disfrutar la carrera y así fue, salimos los maratonistas y medio maratonistas juntos, me tomé los primeros 4 kilómetros con calma porque había revisado la ruta y sabía que eran en inclinación, entonces tenía que guardar energías.

 Iba muy optimista y llena de alegría, no podía creer que al fin había llegado el día, después de tanto esfuerzo, dedicación a los entrenamientos, ingeniándomelas en plena época de lluvia para salir a correr, dejando a un lado ciertas salidas los viernes para poder despertarme tempranito el sábado, cuidándome con las comidas y tomando agua como si estuviera en un desierto.

No hay como verlo diferente, el entrenamiento de una media maratón debe ser impecable, debes estar completamente comprometido con tu objetivo y eso implica un gran esfuerzo que no podía desperdiciar. Yo quería aprovechar y disfrutar cada kilómetro, celebrar lo que mi cuerpo puede hacer en completa salud y llenar de orgullo a las personas que fueron mi apoyo de una u otra forma para cumplir esta meta. La más importante en esta locura fue mi compañera de entrenamiento; Daniela Santos, viajó conmigo, corrimos y cumplimos juntas lo que nos habíamos propuesto 7 meses atrás.

 Así fue la primera etapa de la carrera, como verán estaba muy conmovida, llena de emociones y sobretodo me sentía feliz.

 Llegó el kilómetro 13 y encontrar a nuestros familiares en la calle fue el empujoncito mágico que necesitábamos para seguir, sólo verlos con sus celulares tomando fotos con tanta alegría, gritándonos todas las frases de aliento que se les podía ocurrir en esos minutos que nos vimos, fue suficiente para sentir que lo que estábamos haciendo valía la pena, y que no sólo nos importaba tanto a nosotras sino también a ellos.

Fue impresionante pero llegó el km 16 e inmediatamente sentí que ya no podía, me topé con la “famosa pared” (the wall), mis piernas podían, mi respiración también, no se trataba de eso, mi cabeza me comenzó a cuestionar lo que estaba haciendo tratando de convencerme de que estaba tan cansada que era mejor darme por vencida y eso no lo iba a hacer jamás.

Justo ahí pude ver a una persona que estaba igual que yo, entonces decidí decirle: “Si tu paras yo paro, así que sigue por mí.” En medio de su cansancio sonrío y casi sin poder hablar me dijo: “Bueno ECUADOR, vamos” (teníamos una bandera de Ecuador pegada en la espalda). No lo había planeado pero fue una forma de conseguir motivación mutua, no sabía si funcionaría pero por suerte funcionó. Unos kilómetros después igual nos separamos.

 Corrí los kilómetros 19, 20 y 21 con el corazón en la boca, casi no sentía mis piernas, ellas sólo seguían acompañadas de mi desesperación por llegar, puse la música en mis audífonos a todo volumen y comencé a sonreír, aunque sentía mi cuerpo tan cansado y vulnerable, pensé que podía engañarlo si sonreía mientras corría.

En esos últimos kilómetros el tiempo pasaba más lento y aunque trataba de conectarme con lo que estaba viviendo, era inevitable ver mi reloj cada medio segundo deseando que ya al fin marcara 21km.

Cuando comencé a escuchar a las personas a los costados de las calles gritando; “ya casi llegas” o “ya lo lograste” puse mi mente en blanco y corrí con todas mis fuerzas, con la poquita energía que me quedaba, levanté los brazos sonriendo y llegué.

Al pasar la meta paré para tratar de caminar y mis piernas no me obedecían mucho, se me doblaban, iban más rápido o más lento de lo que yo quería, y bueno es comprensible si habíamos estado corriendo durante 2 horas sin parar, yo creo que ellas se merecían un premio por apoyarme en esto.

Pasé la meta y pasaban tantas ideas por mi cabeza, todo era tan rápido y lento a la vez.. Y es que llegar a la meta te deja una sensación casi indescriptible.

Sentía cansancio extremo y felicidad extrema a la vez, se siente una satisfacción y orgullo tan grande. Te sientes agotado, débil y vulnerable, pero todo vale la pena, y estas feliz de sentirte así. En ese momento nada te importa y todo eso se ve reflejado en el brillo de tus ojos,  cuando te das cuenta que cumpliste lo propuesto. 

¿Que si vale la pena correr una media maratón? Lo vale, es una experiencia maravillosa, lo recomiendo y lo haría 100 veces más sólo por esa sensación; LO QUE SE SIENTE LLEGAR A LA META.